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¿El dinero da la felicidad???

 

Nos despertamos esta semana con un estudio muy publicitado de la organización de estadística inglesa que afirma rotundamente en un estudio y que “el dinero sí da la felicidad”:

 

http://economia.elpais.com/economia/2015/09/05/actualidad/1441461835_564364.html

 

Hay mucho que puntualizar en esto.

 

En primer lugar, una pregunta ingenua y de Perogrullo, ¿es realmente el instituto de estadística el órgano más adecuado para hablar de felicidad y hacer tales tan rotundas afirmaciones?, porque, ¿acaso la felicidad es un concepto claro y nítido, mesurable, algo que se puede decir lo tengo o no lo tengo, tal como digo, tengo dos hijos, un coche, mido 180 centímetros o mi comida favorita es la paella de mi madre?

 

Que yo sepa, la felicidad es quizás el concepto más discutido y estudiado, desde todas las culturas y desde tiempos inmemoriales, en la filosofía, en la psicología, en la antropología, y ahora me entero que también quiere estudiarlo la estadística, o al menos dar su opinión, tal vez guiada y dirigida interesadamente. 

 

¿No será mejor, digo yo, recurrir a algún experto en la materia, por ejemplo a un psicólogo que haya estudiado el tema de forma intensa? En ese sentido tenemos la opinión de unos de los psicólogos más influyentes de la actualidad, a pesar de su nombre, de origen húngaro, un tanto impronunciable, el profesor de la universidad de Chicago, Mihaly Csikszentmihalyi, que se ha pasado varias décadas estudiando sobre el tema de la felicidad. En su exitoso “Fluir, una psicología de la felicidad” dice:

 

“La riqueza, la condición social y el poder han llegado a ser en nuestra cultura los símbolos de la felicidad. Cuando vemos gente rica, famosa o apuesta, tendemos a pensar que sus vidas son maravillosas, aunque tengamos pruebas que nos indiquen que no es así. Y pensamos que si nosotros pudiésemos adquirir algunos de esos mismos símbolos, seríamos mucho más felices.
Si realmente triunfamos y llegamos a ser más ricos o más poderosos, creemos, por lo menos durante un tiempo, que nuestra vida ha mejorado en su totalidad. Pero los símbolos pueden defraudarnos: tienden a distraernos de la realidad que se supone que representan. Y la realidad es que la calidad de vida no depende directamente de lo que los demás piensen de nosotros o de lo que poseamos. Más bien depende de cómo nos sentimos con nosotros mismos y con lo que nos sucede. Para mejorar la vida hay que mejorar la calidad de la experiencia.
Esto no significa que el dinero, el bienestar físico o la fama no tengan importancia para conseguir la felicidad. Pueden ser auténticas bendiciones, pero sólo si nos hacen sentirnos mejor. De otro modo, en el mejor de los casos son neutrales; en el peor son obstáculos a una vida feliz. La investigación sobre la satisfacción vital y la felicidad sugiere que, en general, existe una leve correlación entre la riqueza y el bienestar”

 

Fluir (flow)Una psicología de la felicidad
Mihaly Csikszentmihalyi

 

Así que, como dicen muchos otros estudios, hay una leve correlación entre riqueza y bienestar. O sea, que parece que cuando no se cubren las necesidades básicas, un estado feliz cuesta más de conseguir, pero, con estas necesidades cubiertas, y las necesidades básicas no son precisamente tener un Jaguar ni tener que irse al Caribe cada año, la correlación es escasa. Es decir, que un país más rico no es necesariamente más feliz que uno pobre, igual que una familia más acomodada no es necesariamente más feliz que una más humilde (¿no es obvio esto?. Pero todo eso da igual, lo importante es el titular, impactar, “algo quedará”. Veo a la gente más consumista y desorientada contenta ante esa justificación, “es un estudio y está demostrado”, para justificar sus adicciones o su triste y mediocre forma de vida pensado que “esto es lo único que hay”, “de esta vida solo sacarás lo que metas” “Ces´t la vie, yo solo soy una víctima de este cruel y materialista mundo”.

 

Creo que esta información, capciosa donde las haya, “smells fish”, que dicen los anglosajones, puede ser una lamentable simplificación de la vida hecha por algún despistado profesor con ganas de relevancia, pero, también puede ser un intento de seguirnos convenciendo, incidir un poco más, en lo que se nos ha convencido desde nuestra infancia:

 

me lo decía mi abuelito,
me lo decía mi papá,
me lo dijeron muchas veces
y lo olvidaba muchas más.
Trabaja niño no te pienses
que sin dinero vivirás.
Junta el esfuerzo y el ahorro
ábrete paso, ya verás,
como la vida te depara
buenos momentos. Te alzarás
sobre los pobres y mezquinos
que no han sabido descollar”

 

Decía el poeta José Agustín Goytisolo, y cantaba Paco Ibáñez.

 

Solo el ahorro, el trabajo y el dinero, puesto que “tanto vales, tanto tienes”, que dice la canción, importa. Desde esa filosofía, deslómate, busca donde te paguen más, trabajes lo que trabajes, intenta timar, si hace falta, o quemar la naturaleza, “tus posesiones, esto es, tu felicidad está en juego”.

 

No hablo de confabulaciones sociales, más bien de poderes facticos, creadores de opinión a los que les interesa una cosa: que seas un buen consumidor; ¿y quién es un buen consumidor y quien es un mal consumidor? Aquella persona deprimida, adicta al consumo, frágil y enfermiza, aquel que cree que “el dinero y la posesión trae la felicidad”, sin criterio, que gasta ingentes cantidades de dinero, que gana con interminables y esclavistas jornadas de trabajo, en servicios y productos que jamás necesitará, pero que en su “persecución de la zanahoria” cree estar a punto de conseguir. Nos quieren idiotas, hipnotizados, nos quieren sin criterio. ¿Y cuál es el peor de los consumidores? Aquél que se basta a sí mismo, que no precisa “comprar felicidad” compulsivamente en forma de estímulos y distracciones que le evadan de su realidad, aquél que no precisa nada especial para sentirse bien, ha descubierto que la vida es bastante especial por sí misma, y puede disfrutar en cada esquina, en casi cada momento, de una comida o de un amigo, de su trabajo, de su pareja, de todo lo que vive,  que compra con criterio, que llama ladrones a los políticos, mafia a las farmacéuticas sin escrúpulos, y gentuza al cartel que ofrece comida llena de azúcar, sal y todos los tóxicos con un solo objetivo en la cabeza, ganar un poco más; “soy muy rico, pero daría todo lo que tengo por un poco más” decía el inefable Sr. Burns, en ese fuente de sabiduría que son  Los Simpsons.

 

Pero más que palabras, me gustaría que tuvieras la experiencia en ti mismo o en ti misma, en vivir un tiempo acumulando y viviendo de lo que acumulas, lleno de lujos y de trabajo, de caprichos y deslomándote en trabajos que tal vez, odias con todo lo que eres. Y luego, que pases un tiempo probando a vivir de otra forma, intentando conectar contigo mismo, mejorando tus relaciones con tus seres próximos, expresándote artísticamente, trabajando en cosas que te gustan y te realizan como ser humano y no solo por dinero, y “acumulando para el invierno” cual insignificante hormiguita. Y después de las dos experiencias, me cuentas, a ver si realmente “el dinero da la felicidad” o no.

 

Jose Bravo

 

Dinero da la felicidad?

 

 

 

 

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