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El principio del principio - ¿qué nos puede interesar de Mindfulness?

 

¿Qué le lleva a una persona a interesarse por Mindfulness? ¿Qué le hace buscar, asistir a una clase, sentarse en silencio a trabajar con su propia experiencia, algo tan contracorriente en nuestra cultura? ¿Los que se interesan por ello son frikis buscando nuevas experiencias o un “clavo ardiendo al que agarrarse”? ¿O tal vez son personas que han abierto los ojos a la patología cotidiana, tan extendida, a la condición de dolor de la vida, al absoluto sinsentido de un mundo puramente materialista y vacío de valores y de salud? ¿Son, tal vez, personas que ha visto un filón en las antiguas técnicas de desarrollo para aplicar a sus egocéntricos objetivos (dinero, sexo, poder…)? ¿Son personas despiertas a que “otra vida es posible”, otra vida que sustituya crecimiento por condicionamiento, energía por bostezo, felicidad por hedonismo, compromiso por miopía y egocentrismo?

En mi experiencia como monitor de mindfulness y psicoterapeuta me he encontrado muchos y variados tipos de personas y personalidades interesadas en mindfulness, meditación o progreso personal.


La mayoría, habría que decir, llegan desde la saturación y la hartura del estrés sin control, la falta de sentido y la depresión ante un mundo alienante y embrutecido. Algunos encuentran alivio y ahí se quedan. Otros, los más despiertos, descubren un mundo nuevo al alcance de su mano.
Es destacable también otros intereses, menos comunes al principio, pero muy cotidianos cuando se avanza en el camino. Es por ejemplo, esa “llamada de lo numinoso” de la que tanto hablaba el extraordinario autor Karlfried Durckheim, abrir la puerta del misterio que somos.

Otro extraordinario interés que empuja a muchos es abrir los ojos a esa rebelión consciente, a un hartazgo de necios y necedades, de injustos e injusticias, de un mundo dominado en mucha medida por la fuerzas más agresivas y nocivas del ser humano. Lanzarse a la calle con una pancarta desde luego que es esencial, pero siempre basado desde estar en este proceso de rebelión interna. Si no, sustituiremos nombres pero no sistemas, las mayores atrocidades las cometieron personas idealistas y profundamente inmaduras y enfermas en nombre de los más altos ideales. Rebelarse, en mayúsculas, no es cambiar el poder de manos sin más, es negarse a ser cómplice de una cultura cuyos niveles de corrupción y perversión no parecen conocer límites, como bien afirma el monje budista Henepola Gunaratana.

 

En este sentido, algo que ocurre muchas veces y que abre absoluta y radicalmente el interés por el crecimiento es conocer a un maestro o persona muy avanzada en el camino. Eso le ocurrió, por ejemplo, al psicólogo John Wellwood cuando conoció a gran maestro Chogyam Trungpa. Describe esa experiencia como única en su vida, como haber visto un ser de otro planeta, que rebosaba energía, luz, espacio. Esa experiencia cambió su vida. Se habla del gran maestro zen Suzuki, como que “su sola presencia podía transformarte”. De ello, desde nuestra humilde posición, tendríamos que aprender los psicólogos, a ver que siendo se hace infinitamente más que haciendo. Carl Rogers, el extraordinario terapeuta, sabía bastante de eso.

Desde luego, que para estos intereses hay que tener algo especial, una sensibilidad o un crecimiento digamos que intrínseco a uno, tal vez derivado de haber vivido experiencias al límite, no cualquiera entrará al mindfulness por esas grandes puertas. Pero se entre por donde se entre, el problema es poder abrir los ojos a estas realidades y ver de qué va esto, que no es aprender a tricotar ni mejorar el nivel de inglés.

Muchos otros interesados en mindfulness no irán muy lejos, entrando por puertas menos elevadas, pero, sobre todo, sin abrirse a este avance, utilizando mindfulness para sostener una vida.


Algunos de ellos no llegarán muy lejos en este camino, puesto que parten de tremendos errores de base. Por supuesto que con el propio camino podemos ir dándonos cuenta de la razón que nos ha conducido a ello y, desde este conocimiento, ir evolucionando en nuestra práctica y en nuestra vida. Es lo que se conoce como curar la mente desde la mente, o la mente condicionada desde la mente condicionada, algo nada sencillo, pero posible.


Pero muchos otros, absolutamente bloqueados en sus errores, apenas avanzarán.

 

Algunas de estas personalidades con intereses nada elevados pueden ser:

 

-el friki; persona con enormes carencias emocionales y personales y con muy poca energía o decisión para corregirlas, ha adoptado o adoptará mindfulness como una religión, como ese clavo ardiendo al que agarrarse. Es fácil verle adoptando ropajes o costumbres que muestren a los demás que él es distinto, que él es de tal condición. A menos que comprenda su triste juego, no irá muy lejos.


-el intelectual; este tipo de persona interesada en mindfulness suele ser muy cerebral y con afán de entenderlo todo. Tal vez lea muchos libros sobre el tema y pueda, en breve después de empezar, dar una conferencia sobre ello. Eso está muy bien si pudiera aplicar al menos una pequeña parte de lo que sabe a su vida, pero suele quedarse en la bonita teoría donde “todo es posible” y no bajar al barro de la vida donde todo mancha. Es un buscador de salón y a menos que vea esta trampa, no irá muy lejos.


-el materialista espiritual; como decía el gran maestro Chogyam Trungpa, hay muchas personas que con  sueños incumplidos bastante prosaicos (ganar mucho dinero, acostarse con muchas y atractivas personas, tener poder, ser reconocido, etc.) ve el potencial de crecer, y apoyándose en este excepcional camino, ir medrando en la conquista de sus objetivos. Es el famoso falso gurú, tan dado últimamente y tan peligroso y de lo que tanto y tan acertadamente habla la extraordinaria autora Mariana Caplan.


-el autoengañado; aquella persona que apenas llega a entender ni una pequeña parte de lo que significa y es mindfulness, pero le parece agradable. Suele practicar muy mal (“como un saco de patatas”), lleno de ensoñaciones y lejos de cualquier concentración. Siente que hace algo, que está en el camino, aunque en realidad no hace mucho más que perder el tiempo autoengañándose.


-el buscador de almohadas; persona que busca alivio, no cambio, que busca una almohada que le permita conciliar el sueño, alguna técnica que le alivie de la pesada carga de la vida. Desde luego, la mayoría empezamos buscando alivio, y mindfulness nos lo dará, pero si nos quedamos ahí, habrá sido como disponer de una enorme mina de oro y quedarse con un diminuto pedazo, porque “ya estamos satisfechos”, un desperdicio enorme. En realidad mindfulness está diseñado no para dormir, sino para despertar.


-el buscador genuino, el practicante consciente y disciplinado. Como digo, no es común que desde el principio tenga este interés y esta disciplina, es más bien un devenir en la práctica, es normal que todos nos aproximemos a Mindfulness buscando alivio o sentirnos algo mejor con los traumas o incluso ligar más o sentir que nuestra vida tiene algún sentido. El problema no es esta aproximación, el problema es que no utilices el camino para convertirte en este buscador, en este practicante consciente y disciplinado. Muchas personas que se acercan a mindfulness se quedan antes, el camino no es fácil, como dice Silvio Rodríguez “en el borde del camino hay una silla”.

 

Jose Bravo

 

 

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