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Libros para crecer

 

El hombre más feliz del mundo - Eddie Jaku (2021)

 

El hombre más feliz del mundo portada


Me desperté a las cinco de la mañana al escuchar unas patadas contra la puerta. Diez nazis irrumpieron, me sacaron a rastras de la cama y, palabra de honor, me dieron una paliza de muerte. Mi pijama enseguida se empapó de sangre. Uno cogió su bayoneta, me rasgó la manga y se dispuso a grabarme una esvástica en el brazo. Cuando empezó a sajarme la piel, mi perrita Lulu se abalanzó sobre él. No sé si el nazi se llevó un mordisco o un simple susto, pero me soltó y acto seguido le clavó la bayoneta de su fusil a mi pobre perrita al tiempo que gritaba: «Ein Juden Hund!». Perro judío.


Yo pensé: «Eddie, este es tu último día. Hoy vas a morir». Pero no estaban allí para matarme, solo para apalearme y humillarme. Después de su primer ataque, me sacaron a rastras a la calle y me obligaron a presenciar la destrucción de nuestra casa de doscientos años, el hogar donde se habían criado varias generaciones de mi familia. En ese momento perdí mi dignidad, mi libertad y mi fe en la humanidad. Perdí todo lo que daba sentido a mi existencia. Me aniquilaron como hombre para reducirme a la nada.


Argumento

 

En este entrañable libro, el anciano de 100 años Eddie Jaku, narra, con crudeza pero con su enorme ternura, lo peor que un humano puede sufrir en la vida, su experiencia en la alemania nazi siendo un judío apresado, sus brutales torturas en los campos de concentración, el asesinato de toda su familia, y todo con una sencillez que estremece. Narra cómo, increíblemente, pudo sobrevivir física y psicológicamente a esta desgraciada locura sinsentido, en qué se apoyó para resistir, a pesar de la malnutrición, el frío, el hacinamiento y los constantes golpes, en ese infierno humano que construyeron el demente Hitler y sus acólitos. 

Y a pesar de todo, Eddie salió de allí y pudo rehacer su vida, nunca mejor dicha esta frase, a pesar del inmenso dolor interno, cómo pudo reconstruir desde ese solar su vida y vivir una vida sana y productiva. Este libro y este hombre, entrañable todo, resulta un magnífico ejemplo vital.


Una vez me topé con un soldado alemán que me golpeó y me dio un puntapié al tiempo que ordenaba que me diese prisa. En esa ocasión, me detuve, lo miré fijamente a los ojos y le pregunté:

—¿Es que no tienes alma? ¿Es que no tienes corazón? ¿Por qué me golpeas? ¿Quieres cambiarte por mí? ¿Quieres que me lleve tu ropa y tu comida y veamos quién trabaja más duro?

Ese tipo jamás volvió a ponerme la mano encima. No era tan valiente ni tan abominable cuando se encontraba a solas.


Lo mejor

 

Mucho bueno en el libro. No es un brillante estudio psicológico de la resiliencia o de la ideología del odio que es el fascismo, esa “religión del nacionalismo” como dice I. Bolinaga en su libro “Breve historia del fascismo”, ni tampoco es una apuesta new age por “perdonar y sonreír y que lo externo no tiene importancia”. Es más bien un texto con la fuerza de las experiencias más brutales que pueda vivir una persona y su cruenta lucha por sobrevivir. Recuerda mucho al gran libro “El hombre en busca de sentido” del gran Viktor Frankl. Mucho se puede aprender de él, mucho nos inspira a reflexionar.


Otto von Bismarck, el primer canciller de la Alemania unificada, ya advirtió al mundo sobre el pueblo alemán: con un buen líder, formaban la nación más poderosa de la tierra; con un mal líder, eran monstruos. Para los guardias que nos oprimían, la disciplina era más importante que el sentido común. Si a un soldado se le ordena que marche, marchará. Si se le ordena que dispare a un hombre por la espalda, lo hará, y en ningún momento cuestionará la moralidad del acto. Los alemanes hicieron de la lógica una religión, lo que los convirtió en asesinos.


Lo peor

 

Hay quien no quiere exponerse a lo “feo”, quien desde un buenismo (bondad sin cabeza) dice que el mal no existe y los psicópatas tampoco, solo hay personas con otra opinión de las cosas (?). Puede resultar duro para quien prefiere mirar a otro lado que mirar a la vida, con sus cosas terribles y sus milagros cotidianos, esos que Eddie cuenta por docenas.


En Auschwitz lo importante era la supervivencia, pero habría sido imposible sin un buen amigo. Sin los gestos de amabilidad y amistad de otras personas que se desvivían por ayudarme, yo no habría aguantado un mes.


Qué puedo aprender de este libro

 

Nos golpea en esa idea tan integrada en nuestra psique de que “las circunstancias lo pueden todo” y en esa búsqueda infructuosa del “no sufrir” en que nuestra cultura se basa tanto. Una vida con enorme sufrimiento es la vida vivida por quien, a los cien años, se considera “el hombre más feliz del mundo”, ¡olé tus huevos, Eddie! Me hace recordar lo que decía Mandela en su autobiografía “El largo camino hacia la libertad”, que ambientes muy duros crean seres extraordinarios, aunque nosotros intentemos por cualquier medio huir del más mínimo contratiempo o incomodidad.

Un libro fabuloso, nos muestra el mal, el bien, el espanto y la ternura, como diría Silvio Rodríguez, nos estremecerá a poco que tengamos corazón.


En este momento histórico, donde parece que el fascismo ha dejado de ser algo horrible de lo que huir (en una brillante “noticia” los siempre jocosos de “El mundo today” dicen que a partir de ahora en la películas de Indiana Jones se aclarará de antemano que los nazis, contra los que lucha Indiana, son los malos, por si las dudas). El fascismo y el odio que lo nutren están de moda, los partidos fascistas o pseudofascistas son tendencia. (Recordemos que el fascismo es una ideología marcial, autoritaria, nacionalista hasta la muerte, un antihumanismo, es decir, poner las personas por detrás de su loco paraíso de patria, un populismo de manual, vacío y yermo, un sueño de tener una nación racialmente pura, si es un fascismo racista como el nazismo). Cada vez con menos rubor decimos que sí, coño, que ya está bien, que alcemos nuestra voz, que nos defendamos y expulsemos a los otros, a los que “se aprovechan” de lo que hemos construido y vienen a violarnos y a robarnos. Cuantísima ignorancia en esas actitudes. Ignorancia de no ver la realidad, que no es esa en absoluto, ignorancia en no ver las consecuencias de regar esa planta llamada odio, el veneno de los venenos según la psicología budista, la ignorancia de hacer un nosotros pequeño, cada vez más pequeño hasta que muramos de implosión y de tragar nuestra propia psique macerada en odio, patología y frustración. El sabio Eddie dice: “todos salen perdiendo ante el fascismo”. ¿Tendremos que verlo in situ para comprobar sus palabras??.


Las conclusiones finales, sencillas y preciosas, encontrar la felicidad donde está, en lo sencillo, en las relaciones, en la vida bella, me parecen dignas de un ser sabio, como es Eddie.

Por todo ello, te aconsejo mucho su lectura.



Esto es lo más importante que he aprendido jamás: el mayor logro de una vida es ser amado por otra persona.

No me canso de repetirlo, especialmente a los jóvenes. Sin amistad, el ser humano está perdido. Un amigo es alguien que te recuerda las ganas de vivir.



Jamás perdí la perspectiva de lo que implica ser civilizado. Yo sabía que de nada serviría sobrevivir si para ello me veía obligado a convertirme en un ser ruin. Nunca perjudiqué a otro prisionero, jamás robé el pan a otro hombre, e hice cuanto pude para ayudar al prójimo.



Sin embargo, a veces a los alemanes de buen corazón les resultaba difícil darse a conocer, pues debían cerciorarse de que podían confiar en ti. Si los pillaban ayudando a un judío, eran condenados a muerte. Los opresores tenían tanto miedo como los oprimidos. Esto es el fascismo, un sistema donde todos son víctimas.

 


A veces, cuando nos sentamos delante de la televisión por la noche con una taza de té y galletas, pienso «Qué afortunados somos». En mi opinión, esa es ciertamente la mejor venganza, y es la única venganza que me interesa: ser el hombre más feliz de la tierra.

 


Así que no odio a nadie, ni siquiera a Hitler. Pero no le perdono; si le perdonase, traicionaría a los seis millones de personas que murieron. No hay perdón. Al decir esto, hablo en nombre de los seis millones de personas que no pueden hablar por sí mismas. Pero también vivo por ellas, y de la mejor forma posible.


Me prometí que cuando dejara atrás las peores horas de mi vida sería feliz durante el resto de mis días y que sonreiría, porque, si sonríes, el mundo también lo hace. No todo es felicidad en la vida. A veces hay muchos días difíciles. Pero has de recordar que tienes suerte de estar vivo; todos tenemos suerte en este sentido. Cada respiración es un regalo. La vida es hermosa si permites que lo sea. La felicidad está en tus manos.


Por favor, cada día, recuerda esto: sé feliz y haz feliz a los demás también. Hazte amigo del mundo.

Hazlo por tu nuevo amigo, Eddie.


Actualmente hay negacionistas del Holocausto, personas que niegan lo que ocurrió. ¿Es posible? ¿Adónde piensan que fueron a parar seis millones de judíos? ¿Dónde creen que me hicieron este tatuaje?


 

 

 

 

 

 

 

 

No hagas montañas de granos de arena

 

No hagas montañas de granos de arena - Rafael Santandreu (2024)

 

“Todo lo genera nuestra mente. El bien y el mal. Lo bueno y lo malo. La gloria y el desastre. El juego está dentro, no fuera. Aunque, una y otra vez, nos parezca lo contrario”

“Hace siglos, muchos filósofos se dieron cuenta de que, por increíble que parezca, lo que nos afecta no es lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de ello. Y eso lo cambia todo. Nuestro diálogo interior es el director absoluto de esta obra de teatro”

“Aparte de ser más felices —ya que no nos amargamos tontamente—, no terribilizar tiene tres grandes ventajas: 1) Encuentras nuevas oportunidades. 2) Hallas mejores soluciones. 3) Tienes más ganas de hacer cosas (¡incluso de cambiar el mundo!).”

 

Argumento

 

Un nuevo libro del famoso psicólogo cognitivo Rafael Santandreu, que, aunque como el resto de libros publicados por este autor tiene muchas sombras en mi opinión, sigue poseyendo esa energía inspiradora que hace de este libro merecedor de ser leído.
En este libro sigue la dinámica de sus tres primeros libros (El arte de no amargarse la vida, Las gafas de la felicidad y Ser feliz en Alaska), esto es, hacernos entender con ejemplos intensos y extensos el principio básico de la psicología cognitiva, basada a su vez en la filosofía estoica y un principio fundamental para la vida humana, como dijo Epicteto: “No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas”.
Sobre este principio fundamental, nos damos cuenta, como lo hicieron todas las tradiciones espirituales y las filosofías profundas, podemos elegir o gestionar nuestras emociones, pues como dice el psicólogo Charles Tart “no vivimos en la realidad sino en un simulador de la realidad”, lo cual no significa que esto sea fácil ni sencillo, sino todo lo contrario. En base a esta idea y el desarrollo de esta idea por esta corriente psicológica, Santandreu nos pasea por muchos lugares y ejemplos diversos de personas que realmente han podido vivir vidas extraordinarias con circunstancias muy complejas. Y todo ello resulta muy inspirador.

 

Lo mejor


Como pondré a continuación, este autor y sus libros me resultan muy ambivalentes. Por un lado, son muy inspiradores, activan el “sí se puede” de una forma sensata, lo cual no es poco para nuestra época polarizada entre un pesimismo y nihilismo abrumador y una new age y pensamiento mágico bastante lamentable.
He invitado a muchos de mis clientes de terapia a leer sus libros y muchos de ellos han salido encantados, inspirados, con una especie de magia positiva y una creencia fundada en que tenemos la capacidad de vivir mejor, que nuestra vida está en nuestras manos, si hasta las personas con vidas más complicadas (o precisamente por eso, como decía B. Brecht “de los callejones sin salida surgen las revoluciones”) han podido tener vidas extraordinarias educándose emocionalmente (en general ellos a sí mismos)
Esta magia, esta inspiración que genera a muchos es sin duda lo mejor de este libro (y del resto de este autor).

 

Lo peor


A veces me parece que leer este autor es como comer un pescado, puede estar muy sabroso, pero tiene peligrosas espinas. Las espinas tienen que ver, en mi modesta visión, con sus ideas sui generis en muchos aspectos, sin pizca de sentido común. Yo en cada libro que leo me paro en algún momento para decir “este tío, o esta tía, es idiota”. Por supuesto que es lo normal, no voy a estar de acuerdo con el autor en todo, rara vez me pasa eso. Digamos que con este autor me pasa varias docenas de veces. A veces ideas que me parecen absurdas, como, por ejemplo, decir que estar en una secta es algo maravilloso (sobre la secta de Osho en este libro) o que un problema social es estar reprimidos sexualmente (a mí me parece todo lo contrario) en otro libro, o muchas otras ideas disparatadas en mi falible opinión.
Algo tampoco positivo es no recalcar que esta positividad no tiene nada que ver con ese “pensamiento positivo”, esas ideas new age tan nocivas. Creo que esas ideas new age, tipo “ley de la atracción” y esoterismo barato son la religión de una cultura muy vacía y superficial que es la nuestra. Esas ideas no ayudan a mejorar la vida, justo al revés, hipnotizan a las personas, las hacen vivir en un teatrillo donde engañarse y negar la realidad y sus sentimientos verdaderos, huyendo de la autenticidad es “la clave para ser feliz”. Me parece una religión tóxica (quizás toda religión es tóxica cuando es una autohipnosis para huir de la realidad).
Quizás el autor debería recalcar que trabajar para mejorar internamente no es acercarse a esta pantomima del pensamiento positivo (recomiendo el libro El Antídoto para profundizar en ello), justamente al revés, es trabajar duro no para hipnotizarte sino para hacer las paces con la vida y con el dolor.

 

Qué puedo aprender de este libro

 

Desde esta visión ambivalente, este libro es muy aprovechable. Una vez un cliente después de leer uno de sus libros me dijo: pues mira, tiene cosas buenas, pero acabo con la sensación de que si no eres feliz cada momento y vas flotando por la vida, eres medio gilipollas”. Le dije que yo tenía exactamente esa opinión, que se pasa de “buenrollismo”. Pero esa magia de activar nuestra autorresponsabilidad es algo extraordinario. Las personas, mas las que han sufrido más, tienen poderosos mecanismos de defensa a los que han llegado después de mucho dolor. Solo con algún tipo de seducción profunda, eso es en parte una terapia, se arriesgan a salir de ese dolor y aventurarse a ver si en realidad hay algo más. Este libro ayuda mucho en ese sentido, es por eso que lo recomiendo mucho.

 

 

 

Contra la revolución sexual - Louise Perry (2023)

 

Contra la revolución sexual


Argumento


A primera vista, por el título de este libro, puede pensarse que es la obra de un nuevo o nueva moralista ultraortodoxa que viene a decirnos que debemos volver a las costumbres y valores clásicos: la represión sexual, el compromiso de por vida para tener sexo, y además solo con afán reproductorio. En absoluto es así. 

La autora es una mujer joven, feminista, aunque muy crítica con algunas corrientes o ideas del feminismo y que no pretende de ningún modo eliminar los derechos sexuales que tenemos las personas en algunos países (en otros esto es impensable) y que tanto ha costado conseguir, sino más bien, reflexionar sobre estas costumbres y si realmente son lo que queremos, lo más sano y adecuado para tener vidas saludables y dignas de ser vividas.


La tesis principal de la autora, que va desarrollando brillantemente a lo largo del libro, es que la llamada revolución sexual que empezó hace unas décadas, ha sido positiva en muchas facetas, nos liberó de unas costumbres sexuales anacrónicas y excesivamente represivas, pero también ha sido muy negativa en otras. 


Para la autora el sexo es muchas cosas, algo fascinante y con mucho potencial, pero desde luego, no hay que ser especialmente culto para darse cuenta de que es algo que, en su mal uso, ha generado y genera un inmenso dolor a muchísimas personas, en especial mujeres. Uno de los primeros ejemplos que pone es la pobre Marilyn Monroe y su vida como mito sexual, su durísimia vida por tener la dudosa suerte de ser muy sexy y atractiva, una vida llena de abusos, violencia sexual, brutalidad y abortos hasta dañar sus órganos genitales.


“En este libro voy a argumentar que la cultura sexual occidental del siglo XXI no equilibra de manera adecuada estos intereses, sino que, más bien, fomenta los intereses de los Hugh Hefners (depredadores) de este mundo por encima de las Marilyn Monroes (víctimas)”


Detrás de esta relación bastante compleja, y en muchos casos tóxica, de nuestra cultura con el sexo hay muchos planteamientos exagerados, vacíos, fuera del sentido común. Desde luego que la clásica relación con el sexo propuesta, o más bien durante mucho tiempo impuesta, sobre todo a las mujeres, es una absoluta burrada, basada en la represión, el concepto de pecado y la dominación masculina y el sometimiento femenino. Desde luego que era preciso que esa moral fuera superada, pero irse al otro extremo, al “todo vale”, quitarle toda importancia al sexo, como una actividad más, como tomar un café o dar un paseo no es menor majadería (dice la autora y no puedo estar más de acuerdo).


“Se trata de la idea de que el sexo no es más que una actividad de ocio impregnada de significado solo si los participantes deciden dárselo. Los defensores de esta idea afirman que el sexo no tiene ningún carácter especial intrínseco, que no es esencialmente distinto de cualquier otro tipo de interacción social y que, por tanto, puede mercantilizarse sin que suponga ningún problema. El sociólogo Max Weber describió el «desencanto» del mundo natural que resultó de la Ilustración, pues el ascenso de la racionalidad eliminó la sensación de magia que este «jardín encantado» había tenido antes entre las personas de la premodernidad. En un sentido muy similar, el sexo ha quedado desencantado en el Occidente posterior a la década de 1960, dejándonos con una sociedad que (aparentemente) cree que el sexo no significa nada.”


Esa banalización del sexo es uno de los pilares de esta revolución sexual que, como suele pasar tantas veces, algo tan humano, va del negro al blanco, del nada vale al todo vale, y con consecuencias gravísimas. El sexo como mero intercambio de fluidos, como apareamiento animal, como actividad lúdica en un salvaje hedonismo, es una degradación absoluta del sexo como actividad y del humano que lo practica. Las consecuencias de esta trivialización son muchas y nocivas: desde el establecimiento de relaciones sin contenido, a la proliferación de una pornografia que por su accesibilidad y su contenido (extremo, violento, explotador) resulta muy tóxica y peligrosa, el ascenso por tolerancia (como ocurre con cualquier droga) a cotas cada vez más altas de perversión donde poco o nada importan las mujeres o los niños que sufren estas nuevas y audaces formas de consolar y sublimar nuestros deseos. 

¿Y qué significa que el “sexo no es nada”? Pues entre muchas cosas:


“El jefe que espera favores sexuales como condición para un ascenso, o la cita que espera que una mujer «se abra de piernas» cuando él paga la cena, están más que dispuestos a aceptar el principio del desencanto sexual y, por tanto, ver el sexo como un producto de intercambio carente de importancia en un mercado libre («Tú me la chupas, yo te doy algo de valor equivalente.”


Desde luego que la autora no parte de la premisa de “la maldad del sexo” o de la “perversión de la carne o de la tentación”, como decían la mayoría de las religiones, si dijera esto yo no estaría hablando del libro, pero sí parte de la premisa fácilmente aceptable de que el sexo, siendo algo mágico y hasta místico, como tan profundamente investigaron en muchas tradiciones espirituales como el Yoga, el Taíismo, el Budismo Tántrico, etc., es también algo con un potencial destructivo inmenso, tanto para uno mismo, por su poder de corromper y hacernos adictos (yo digo que la adicción es el infierno en la tierra), como por su poder externo, seguramente después de la violencia, el factor que más dolor ha provocado en el mundo.


La autora critica, desde su postura feminista, el feminismo liberal, esto es, creer que el deseo lo explica y lo justifica todo. En este sentido habla del concepto de “sociosexualidad”, que es la orientación a la poligamia, a tener muchas parejas. En esta faceta, por factores culturales, pero también y, sobre todo, (hay muchos estudios que apuntan esto) por factores biológicos, las mujeres puntúan mucho más bajo que los hombres. Pone el ejemplo de un estudio en el cual varias mujeres de normal atractivo proponen sexo a hombres al azar y muchos de ellos aceptan y, al contrario, hombres proponen sexo a desconocidas y ninguna acepta. El sentido común nos dice que el impulso sexual en los hombres tanto al sexo en general como a tener más parejas sexuales es mucho mayor, lo cual no dice que todos los hombres seamos unos salidos y a las mujeres no les guste el sexo, pero hombres y mujeres no somos iguales. Esta es otra idea errónea de la revolución sexual, hombres y mujeres somos iguales y por tanto, hemos de disfrutar igual de nuestra sexualidad. 


“La ideología liberal nos lisonjea diciéndonos que nuestros deseos son buenos y que podemos encontrar sentido en el momento de satisfacerlos, cualquiera que sea el precio”


“Se dice que aquellos que tienen una puntuación relativamente baja en esta dimensión poseen una orientación sociosexual limitada: tienden a la monogamia, al noviazgo prolongado y a una pesada inversión emocional en relaciones a largo plazo. Los que están en el extremo más alto de la sociosexualidad tienden a la promiscuidad, son rápidos a la hora de tener sexo y experimentan bajos niveles de intimidad en las relaciones románticas”


La autora dice que en base a negar la represión que tantos años ha acosado brutalmente a la mujer, un tipo de feminismo radical la ha empujado a un tipo de sexualidad vacío, esporádico, que gusta más a los hombres (a los hombres más superficiales y descerebrados, diría yo). Es decir, que las mujeres han salido de una cárcel, la de la represión, para ser empujadas sutil pero intensamente a otra, la de “hagas lo que hagas, quítate las bragas” (perdón por la grosería). Y este sexo sin más tiene como base el esnobismo cronológico:


“C.S. Lewis acuñó la expresión «esnobismo cronológico» para describir «la aceptación acrítica del clima intelectual propio de nuestra época y la asunción de que todo lo que ha quedado anticuado queda, por ese motivo, desacreditado”


Personalmente he tenido terapia con algunas mujeres que me han confesado su libido y su gran apertura sexual, y he tenido también adictas al sexo, estas adicciones, como suele pasar, las han embrutecido mucho. A pesar de ello, ante esta capacidad para tener esta sexualidad, solo puedo decir, benditas las personas que han luchado para establecer esos derechos, permitir que cada uno exprese o viva su sexualidad como le parezca. El problema es la cultura hipersexualizada, con una relación tóxica ante esta faceta, que ha puesto, seguramente para compensar sus enormes vacíos espirituales y emocionales, el sexo en el centro y el hedonismo (placer igual felicidad) como centro vital, como objetivo final.


“Por supuesto que hay mujeres que disfrutan del sexo sin compromiso, una vez sopesados los riesgos y las ventajas, que lo que les conviene es buscarlo. Lo que cuestiono es la afirmación de que una cultura de sexo sin compromiso supone, en cierto modo, un beneficio para las mujeres como grupo”


Lo mejor

 

Me parece un libro arriesgado, audaz, que camina por estrechos y sinuosos senderos y lo hace con valentía, tacto y brillantez.


Lo peor

 

A veces puede resultar algo confuso, enfadará a aquellos a aquellas que entienden el sexo como fin último, como el paraíso, y no entiendan que es una calle cortada, que poner el sexo o cualquier otro placer en el centro de la vida genera muchas víctimas, primero uno o una misma, y quizás muchos otros, los “parias” del mundo, carne de pornografía, prostitución, abuso y tortura sexual.


Qué puedo aprender de este libro


El sexo es una poderosísima fuerza, y como dice el refrán chino: “todo lo que tiene cara tiene cruz y cuanto más grande es la cara más grande es la cruz”. Pero en esta cultura y en este tiempo nuestro, tan vacío y superficial, decidimos hace tiempo que, en contra de lo que decían los clásicos y en parte la sabiduría heredada (“esos ignorantes precientíficos”), el sexo es rotunda y totalmente bueno, sin peligro alguno. Hace mucho que nuestra cultura concluyó que el dinero y el sexo son rotunda y totalmente buenos, ergo, CUANTO MÁS, MEJOR (sin más consideración); con lo cual la famosa frase de San Agustín “Ama y haz lo que quieras” se convirtió en “folla y haz lo que quieras” o “acumula y haz lo que quieras”. 


El sexo, hemos creído, es una rosa sin espinas, no hay nada malo en ello, es una actividad más. En realidad era esperable, una cultura vacía tiene un sexo vacío, es lo lógico, ¿no? Pero el sexo, como cualquier otro placer es algo mucho más complejo, algo peligroso. En las tradiciones espirituales orientales se ha dicho que el satisfacer un deseo es como beber agua salada. Parece que te calma, pero la sed vuelve al tiempo con mucha más fuerza, y si te empeñas en beber y beber de ese agua salada acabas bebiendo compulsivamente y estás cada vez peor. No se trata de huir del sexo o de cualquier otro placer, no se trata de mojigatería o puritanismo, en absoluto, el sexo es mágico y una fuerza extraordinaria, se trata de tomarlo con consciencia, con encuanimidad, con equilibrio, sabiendo que estamos jugando con fuego y nos podemos quemar, que puede ser un gran problema y hacernos sufrir a todos de forma brutal. ¿Acaso no hay bastante sufrimiento ya en el mundo para añadir un poco más?.


Por supuesto que desde otro punto de vista el sexo es un encuentro, es una unión profunda o un acercamiento al increíble misterio que es la vida y que el racionalismo radical y el funcionalismo negaron desde hace mucho. Yo creo que el sexo sin amor es como comer pan, puede que te quite el hambre y te llene, pero NO TIENE SABOR ALGUNO. 


Hemos perdido, en mi falible y, seguramente equivocada opinión, el norte en muchos aspectos y el sexual no lo es menos. La pornografia, siendo legítima bien realizada y utilizada (que no es el caso), está haciendo un daño terrible. Consumir pornografia a diario es una burrada, para niños y para adultos.

El gran psicólogo Alexander Lowen dice: “En la época victoriana se daba el amor sin sexo, lo cual llevaba a la neurosis. En esta época se da el sexo sin amor, lo que lleva al narcisismo”. Y lo escribe en un libro llamado “El narcisismo, la enfermedad de nuestra época”.


Estaría muy bien leer este libro para reflexionar si esta forma de relacionarse, tipo Tinder, tipo "hoy quedamos, y luego follamos”, es lo que realmente nos ayuda a crecer y vivir vidas mejores. 

Detrás de estas costumbres está seguramente el nihilismo, la negación de todo, y el carpe diem mal entendido; como dice aquella frase: “de esta vida solo sacarás lo que metas”. Si todo es un sinsentido, si la moral “es un invento humano”, si no existe lo bueno ni lo malo, puesto que todo da igual, hagamos lo que nos apetece, total, será el mismo caos pero, al menos, es divertido. ¡Qué ideología más retorcida e ignorante! 

¿Realmente queremos este tipo de sexo, este tipo de vida?

Invito a leer este libro con calma para reflexionar seriamente sobre ello.


“No deberíamos considerar a las demás personas simplemente como cuerpos de los que disfrutar. Deberíamos aspirar al amor y a la reciprocidad en todas nuestras relaciones sexuales, ya seas homosexual o heterosexual. Deberíamos priorizar la virtud por encima del deseo. No deberíamos asumir que tendríamos que actuar conforme a cualquier deseo que descubramos en nuestros corazones”


“cierto grado de represión sexual resulta bueno y necesario”


“Se trata de una representación cómica de una particular creencia de Freud que es popular en el Occidente actual y que tiene que ver con la represión sexual y la emocional. Este modelo entiende el deseo sexual como una cantidad fija que debe ser liberada periódicamente, ya sea a través de una relación sexual real o de alguna otra forma de «válvula de escape» como el porno.”


"El porno es al sexo lo que McDonald’s a la comida. Estas dos industrias capitalistas toman nuestros apetitos naturales, aprovechan los elementos más compulsivos y adictivos, los desnudan de todo lo que de verdad resulte saludable y, después, nos anima a consumir cada vez más. Ambos productos son ejemplos de superestímulos: versiones exageradas de estímulos que aparecen de forma natural y que se aprovechan de un deseo evolucionado de alimento, excitación y placer, pero de una forma inadecuada"


 

 

 

En defensa de la felicidad-Matthieu Ricard

 

En defensa de la felicidad


“Para el Dalai Lama, «la felicidad es el objetivo de la existencia». En cambio, el ensayista Pascal Bruckner afirma: «La felicidad no me interesa ". ¿Cómo es posible tener dos visiones tan opuestas de lo que para la mayoría de nosotros es un componente fundamental de la existencia? ¿Hablan esas dos personas de lo mismo? ¿No se tratará de un profundo malentendido sobre la definición de la felicidad?”


Argumento

 

Matthieu Ricard es un famoso monje budista francés, de formación biólogo, hijo de un famoso filósofo, y autor de numerosos y extraordinarios libros (El monje y el filósofo, En defensa del altruismo, El arte de la meditación, etc). En este libro, expone su visión budista y toda su inmensa experiencia como monje, viviendo rodeado de seres muy profundos (ha sido asistente personal del Dalai Lama) y toda una vida de estudio, meditación y extraordinarias experiencias. 

Alguien se puede preguntar: ¿Y para qué narices quiero leer yo un libro de inspiración budista, cuando a mí el budismo o cualquier religión me dan exactamente igual? Buena pregunta. En este sentido, tenemos que decir que el budismo es, más que una religión al uso, una tradición espiritual, esto es, un camino de desarrollo personal y profundidad que intenta, siempre desde la experiencia y la práctica, más que de la creencia trascendente, cultivar lo mejor de las personas. Seguramente todas las religiones fueron en su inicio tradiciones espirituales, pero, como bien sabemos, la mayoría acumularon tantas capas de “errores humanos” que perdieron todo o casi todo su valor. Sobre todo perdieron su “ascesis”, es decir, los caminos prácticos para cultivarse y que no quedaran como rituales vacíos, como formas de “a Dios rogando y con el mazo dando” o formas de control social, dicho todo esto con todo respeto. 

Esta tradición espiritual llamada Budismo, que significa despertar, ha pasado varios miles de años, desde su fundación por el Buda Siddhartha Gautama, estudiando la psique humana y sus venenos,  sus formas de enfermar y también de sanar. Es por esto, por su perspectiva profunda y con mucho que aportarnos, la razón de leer este libro.  En realidad no habla de budismo sino de ti, cada persona, su dolor, su posibilidad de vivir una vida no miserable, una vida más allá del egocentrismo, la neurosis, la confusión y el sufrimiento de ser cada uno el peor enemigo de sí mismo.


“Acaso la palabra está tan manida que, asqueados por todas las ilusiones y cursilerías que inspira, nos provoca rechazo? Para algunos es casi de mal gusto hablar de búsqueda de la felicidad. Cubiertos por un caparazón de suficiencia intelectual, se burlan de ella igual que de las novelas rosa.”


Lo mejor


Cómo es posible, se pregunta el autor una y otra vez, que siendo un tema esencial, nos interesemos, como sociedad y como individuos, tan poco en él. Pues básicamente por tres razones importantes: 1) la absoluta superficialidad de nuestra cultura 2) el poder de las filosofías new age y 3) el poder de la filosofía nihilista, intelectualista o pesimista.

Razón 1- la superficialidad. Yo personalmente digo que nuestra cultura es la más superficial de la historia. Estamos anestesiados de mil formas, desde, literalmente, por el abuso de medicamentos psicotrópicos y drogas varias, hasta el estrés que ha esquilmado gran parte de nuestra energía, como unas poderosas tecnologías que nos ha robado toda la atención y la mente, conduciéndola a la tontuna extrema, a la imagen y, como consecuencia, al vacío, a la nada. Estos seres vacíos y caprichosos, productos de diseño industrial, más que personas,  quejándose siempre de frío o de calor o de cualquier otra cosa, perdidos en la “necesititis”, como dice el psicólogo Santandreu ya no buscan cómo funcionan las cosas sino qué botón hay que pulsar. Esos seres son la antítesis del buscador espiritual. Plenamente imbuidos en un materialismo brutal, cualquier esfuerzo lo hacen en una sola dirección.


“No dudamos en estudiar durante quince años, en formarnos profesionalmente a veces durante varios años más, en hacer gimnasia para mantenernos sanos, en pasar gran parte de nuestro tiempo mejorando nuestro confort, nuestras riquezas y nuestra posición social. A todo eso dedicamos muchos esfuerzos. ¿Por qué dedicamos tan pocos a mejorar nuestra situación interior? ¿No es ella la que determina la calidad de nuestra vida? ¿Qué extraño temor, indecisión o inercia nos impide mirar dentro de nosotros, tratar de comprender la naturaleza profunda de la alegría y de la tristeza, del deseo y del odio? Se impone el miedo a lo desconocido, y la audacia de explorar el mundo interior.”


Razón 2- El poder de las filosofías new age. Las filosofías new age tienen su origen en el mundo hippie de los años 60. Era un movimiento contracultural, de protesta ante una sociedad extremadamente conservadora, machista, belicista y encorsetada. Este movimiento, con sus valores de pacifismo, amor libre, acercamiento a la naturaleza, acercamiento a las tradiciones espirituales, etc., tuvo un gran impacto social. No hay duda que aportó muchas cosas, pero también era un movimiento con muchas sombras: su tolerancia a las drogas y sobre todo su “todo vale”, su alergia a todo tipo de trabajo, disciplina y rigor. Digamos que fue un movimiento que se basó en tener exactamente los valores contrarios a los que estaban establecidos, no era un movimiento de construcción, sino de destrucción de lo anterior (y hacía falta seguramente). Las filosofías new age son dignas herederas de ese movimiento trasnochado. La falta de rigor en todas sus formas, el pensamiento mágico, el acercamiento sin profundidad o compromiso a las tradiciones espirituales como el Yoga o el Budismo (“me cansé del budismo Zen de la tele” dice Sabina en una canción), las creencias esotéricas donde basta con creer en algo para que esto se materialice por arte de magia, todo configura un “Bypass espiritual” como dice el psicólogo John Wellwood, una huida de los problemas a los “mundos de yupi”, un mirar y sonreír para que “se abran los chakras” y “el universo conspire” en tu dirección. Yo, en este mundo desde mi adolescencia, he huido con fruición de este ambiente de “iluminados buenrollistas” del “Namasté” o “Samanté”, que dicen Andreu Buenafuente y Berto. Podría escribir un grueso libro comentando mis “particulares” aventuras con personas adeptas a estas filosofías.

Estas filosofías new age, muy extendidas, han polarizado mucho la sociedad. O eres del rollo y “entiendes”, entonces la felicidad es algo muy fácil de conseguir, solo hay que sonreír y repetirse al espejo “eres la mejor y más guapa” varios centenares de veces al día y listo. Si eres del otro lado y ves con espanto este teatrillo esperpéntico, entonces te repites que esto de la “felicidad” es un asunto que incumbe a estos “frikis” y te alejas de estos temas para siempre. Es como si los ultras dominaran el fútbol y este se hubiera convertido en un tema de ultras. Qué triste.

“Mientras la insatisfacción y la frustración provocadas por la confusión que reina en nuestra mente sean nuestra realidad cotidiana, repetirse hasta la saciedad «¡Soy feliz!» es un ejercicio tan fútil como pintar una y otra vez una pared en ruinas. La búsqueda de la felicidad no consiste en ver la vida «de color rosa» ni en taparse los ojos ante los sufrimientos y las imperfecciones del mundo.”


Razón 3-el poder del pesimismo y el nihilismo. A veces parece que, como en aquel libro de S. Huntinton “El fin de la historia”, hemos llegado a la verdad de la verdad. La razón y sus hijas amadas, la ciencia y la tecnología han dado a luz la “verdad definitiva”, superando ya las viejas ideas y creencias subdesarrolladas, los viejos métodos que palidecen ante los nuevos y flamantes medicamentos y tecnologías que ya no precisan misterios ni dioses, normas o guías. Ante la persona vacía y desorientada se impone con total rotundidad una visión del mundo que se da por demostrada pero en realidad es solo una filosofía más, una muy oscura y que no se sostiene a sí misma, no es sostenible. La verdad es que occidente hace mucho que está a la deriva en muchos aspectos, que los cimientos de su forma de ver el mundo han sido construidos por “pecados originales” y filósofos e intelectuales pesimistas, o con serias patologías, como Hobbes, como Schopenhauer, como Nietzsche, como Freud, que nos han configurado una idea particular del mundo donde la felicidad es una ilusión estúpida de algunos que no se han enterado de “qué va la película”. 


“La negación de la posibilidad de la felicidad parece estar influida por la idea de un «mundo podrido», creencia ampliamente extendida en Occidente y, según la cual, el mundo y el hombre son esencialmente malos. Esta creencia proviene en gran parte de la noción de pecado original que, según Martin Seligman, Freud «llevó a la psicología del siglo XX definiendo toda civilización y sus elementos fundadores —la moral, la ciencia, la religión, el progreso tecnológico— como una defensa elaborada contra los conflictos básicos del individuo, tensiones que tienen su origen en la sexualidad infantil y la agresión. Reprimimos esos conflictos porque nos causan una ansiedad insoportable, y esa ansiedad se transmuta en una energía que engendra la civilización». Este tipo de interpretación ha llevado a numerosos intelectuales contemporáneos a concluir, de manera absurda, que todo acto de generosidad o de bondad es atribuible a una pulsión negativa.

Este «síndrome del mundo malo» pone en duda la posibilidad de actualizar la felicidad. El combate parece perdido por anticipado. Pensar que la naturaleza humana es esencialmente corrupta tiñe de pesimismo nuestra visión de la existencia y nos hace dudar del propio fundamento de la búsqueda de la felicidad, es decir, de la presencia de un potencial de perfección en cada ser.”



Esas tres razones, una u otra, dependiendo de cada cual, nos impiden investigar si esto de la felicidad es algo posible o merece la pena, al menos, interesarse por ello. En cambio, en la perspectiva budista, esta investigación es amplia y profunda.

Para la persona común, que está tan desorientada en una cultura muy desorientada, en mi humilde opinión, la felicidad tiene que ver con lo que se tiene (esto es un clásico) o tal vez sean pequeños momentos especiales (esta es una opinión muy extendida) o tenga que ver con el placer, con cuántas personas te acuestes, cuántas tartas de chocolate ingieras o cuantos países visites.

En cambio, para el autor, desde su perspectiva budista, la felicidad es un estado llamado Sukha, una disposición de la mente, digamos una “salud mental”, un bienestar basal. Con esta salud mental no somos invulnerables ni nos deja de afectar lo externo, pero tenemos unos zapatos y no andamos descalzos. Desde esta Sukha, no es que huyamos de los placeres o renunciemos a ellos, pero sabemos saborearlos sin apegarnos, sin volvernos adictos. Saboreamos sin adicción.

Desde la perspectiva budista, la felicidad es posible y tiene que ver con haber reducido los “venenos mentales” que nos esquilman este bienestar. Estos venenos, emociones tóxicas, son muchas, pero se pueden resumir en tres campos: odio/ira, confusión/ignorancia y apego/adicción.

En fin, algo muy distinto a nuestros juicios y nuestra forma de verlo.


"Entenderé aquí por felicidad un estado adquirido de plenitud subyacente en cada instante de la existencia y que perdura a lo largo de las inevitables vicisitudes que la jalonan. En el budismo, el término sukha designa un estado de bienestar que nace de una mente excepcionalmente sana y serena. Es una cualidad que sostiene e impregna cada experiencia, cada comportamiento, que abarca todas las alegrías y todos los pesares, una felicidad tan profunda que «nada puede alterarla, como esas extensiones de agua en calma bajo la tormenta."



Lo peor

 

Quizás lo peor del libro sea que nos puede aburrir en algún tramo en sus ideas budistas y a las que no estamos muy habituados, quizás a veces peca de poco conciso, pero muy pocas veces.


Cómo me puede ayudar a crecer

 

Este libro es fabuloso. Nos da una visión muy integral de un asunto capital, visión que mezcla su profundo conocimiento budista con muchas perspectivas filosóficas y con historias deliciosas. Qué sentido tiene leer tantos libros lamentables o vacíos, productos para vender, escritos por autores tan poco formados o tan poco abiertos y no haber leído este libro sabio. 

Si te importa la vida, tu vida, vivir una vida sana, más allá de ser una marioneta de tus traumas o de los dudosos valores actuales, hazte un favor y lee este libro, o mejor, como yo, léelo varias veces, estudialo. Merece la pena.


Los que esperan la felicidad y solo ansían placeres, riquezas, gloria, poder y heroísmo

son tan ingenuos como el niño que intenta atrapar un arco iris para hacerse una capa.

Dilgo Khyentsé Rimpoché


La mayor parte del tiempo, nuestra búsqueda instintiva y torpe de la felicidad se basa más en añagazas y en ilusiones que en la realidad. Pero ¿no valdría más transformar nuestra mente que agotarnos modelando el mundo a imagen y semejanza de nuestros fantasmas o modificando artificialmente nuestros estados de conciencia?


De hecho, si no hay paz interior y sabiduría, no se tiene nada para ser feliz.




 

 

 

Sanar las mentes para arreglar el mundo - Claudio Naranjo 2019


Sanar las mentes

 


Quién es Claudio Naranjo:


Hablar de Claudio Naranjo (1932-2019) es hablar de “un maestro de nuestro tiempo”, como se dice, diría aún más, uno de los mayores maestros contemporáneos que han existido. Su trayectoria vital es bastante espectacular, desde su Chile natal, nacido en una familia privilegiada, aunque no especialmente sana, hasta conocer personas singulares, lo cual le invitó a cultivar su gran curiosidad y su gran intelecto. 

Formado como médico psiquiatra, formación científica que nunca sobra, si uno sabe tomar lo aprendido con perspectiva, discípulo personal del, en mi opinión, mayor terapeuta del siglo XX, Fritz Perls, lector insaciable, iniciado por grandes maestros en las mayores tradiciones espirituales del mundo como el Budismo, cuarto camino de Gurdjieff, erudito en tantos ámbitos que leyendo sus libros uno se pregunta cómo un ser humano puede llegar a conocer tanto. 


Y esto no es algo baladí, puesto que si pensamos en la metáfora del elefante y los ciegos, atribuida a Buda, en la que se cuenta que somos como ciegos tocando un elefante, la realidad, y que creemos que la realidad es lo que hemos tocado, inconscientes de que solo hemos tocado una parte, Naranjo ha tocado muchas partes del elefante y, por tanto, parece que ha podido tener un boceto bastante completo del mismo. 

La capacidad de entrelazar todos esos conocimientos, desde la Gestalt a Nietzche o Marx, desde Gurdjieff al Budismo en cualquiera de sus formas, desde Freud a Fromm, desde la psicoterapia a la economía o a la política, y las conclusiones de toda esa enorme visión, es esclarecedora. 

Naranjo tuvo una vida increíblemente productiva, dejando un legado incuestionable; como  por ejemplo el tan de moda Eneagrama, que desarrolló él desde una base en Gurdjieff y un maestro suyo llamado Óscar Ichazo. Nominado a premio nobel de la paz, su vida, como digo, fue una aventura increíble, con momentos gloriosos y momentos terribles, como la muerte en accidente de su único hijo, todo ello reflejado en su autobiografía “Ascenso y descenso de la montaña sagrada”.

Personalmente, cuando veo a alguien leyendo algún libro de este “mercado espiritual”, libro de autoayuda escrito por personas de escasa formación o trayectoria vital y con el único propósito de ser vendidos como un moderno “crecepelo”, como un triste “engañabobos”, me imagino que en un gran banquete en el que hubiera una gran cena servida, un ignorante estuviera comiendo de la basura. Qué triste.


Argumento: 


En este libro, Naranjo resume sus conclusiones vitales y de su extraordinaria búsqueda que le ha llevado, como a un Indiana Jones de lo profundo, a toda clase de lugares externos, y sobre todo, internos. Voy a resumirlo en preguntas para que se entienda mejor.


-¿Por qué el título del libro? ¿Hay que sanar la mente y arreglar el mundo?

 

Absolutamente, Naranjo dice que lo que vemos cada día: injusticia, violencia, desigualdad, narcisismo (la enfermedad de nuestro tiempo, como dice el psicólogo Alexander Lowen), soledad, guerras, enfermedad mental paliada con psicotrópicos, etc. está ahí para quien lo quiera ver y no es algo en descenso sino todo lo contrario (si no lo crees mira los niveles de desigualdad del mundo y su evolución, por ejemplo). La ciencia y la tecnología han avanzado espectacularmente, pero no parecen haber eliminado ni achicado los grandes problemas: una sociedad en la cuerda floja, con cada vez más problemas, en un mundo en la cuerda floja, donde la naturaleza está diciendo “hasta aquí he llegado”. Parece que todo se aproxima a un naufragio, y, dice Naranjo, tal vez eso no sea tan terrible:


“Últimamente vengo diciendo que nuestra mayor esperanza es el naufragio, y al hablar de naufragio imagino el orden patriarcal como un gran navío en que nos embarcamos algunos milenios atrás y que se está hundiendo de forma bien visible.”


-Y en la visión de Naranjo, ¿a qué se debe esta degeneración del mundo?


Pues se debe a una degeneración de las personas y el culto a sus peores partes (narcisismo, violencia, agresividad, pereza, egoísmo, incapacidad de amar…). Y esta degeneración viene de una degeneración cultural que, a su vez, viene desde lejos.

Para Naranjo, como dijo el gran Gurdjieff y ha contrastado la ciencia, los humanos somos seres tricerebrales; cerebro anfibio, cerebro mamífero y cerebro humano o neocórtex. 

Naranjo los llama: cerebro padre, madre y  niño. El padre, hemisferio izquierdo, tiende a lo racional y también al control, la lógica y en su extremo, a la explotación, a la competición... Es padre porque es más masculino, aunque en todos los humanos tenemos estos tres cerebros. El cerebro madre, tiene que ver con lo emocional, o lo completo, con la intuición, en todas sus vertientes, y es madre porque es más femenino, aunque como digo, los tres están en todos. Y el tercero, o cerebro niño o instinto, es el cerebro primario, el que compartimos con todos los seres con cierta complejidad, y es niño, porque es más natural en el niño, aún no socializado o “castrado”.

Para Naranjo, el problema se creó hace mucho, las sociedades se volcaron hacia lo patriarcal, víctimas de escasez y por supervivencia, y después se forjó una cultura patriarcal, sin contrapeso en los otros dos cerebros. Una economía patriarcal, donde las personas están hechas para la economía y no al revés, unas religiones patriarcales, donde la punición y unos valores morales estrictos que justificaban la absoluta represión a los otros dos cerebros. Y así llegamos al ser humano del siglo XXI, ser vacío de profundidad, racional hasta lo ridículo, reprimido (o todo lo contrario, las polaridades se atraen como se dice en Gestalt) y finalmente,  y lo más importante, incapaz de amar realmente porque carece de la mínima salud y equilibrio para quererse a sí mismo. Y desde el rechazo u odio a sí mismo todo, excepto la demencia, es imposible.


“Me parece obvio que el problema de la civilización es que se ha fundado sobre la primacía de la agresión de la violencia sobre el amor y la libertad, lo que he venido proponiendo que interpretemos como el resultado del predominio del hombre sobre la mujer y los hijos, y que nos serviría, por lo menos, para comprender que nuestra crisis —como ocurre con aquellos que sufren una enfermedad infecciosa— es una fase de nuestra existencia en que no cabe más alternativa que sanar o morir.”


“¿No nos hemos dado cuenta aún de que somos una civilización canalla? Mucho lo hemos resistido, pues no queremos reconocernos cómplices en el espíritu egoísta generalizado que mueve tanto a los individuos como a la sociedad, y hemos preferido demonizar o mitologizar nuestra destructividad como un espíritu maligno cósmico o extraterrenal.”


-Y ante esto, ¿qué podemos hacer?


Pues ante este panorama bastante desolador, Naranjo propone dos soluciones: una macro solución, que él entiende que necesariamente tiene que ver con la educación. Un importante libro suyo se titula: “Cambiar la educación para cambiar el mundo”. Solo una educación que fomente personas y no predadores materialistas y adictos puede cambiar las cosas profundamente.

La segunda solución o microsolución está en el libro menos explícita, pero implícitamente nos viene dada en seguir sus pasos, los que llevaron a este autor a tener una vida excepcional, a ser un profeta en el desierto; ser un buscador, mirar adentro, buscar con absoluta firmeza (pues hay tanta basura en este campo) pero con absoluta fe en que es posible una bella vida aún en este manicomio que compartimos (en gran medida, también hay cosas extraordinarias, no seamos derrotistas). ¿Qué podemos encontrar en esta búsqueda? Pues caminos y seres extraordinarios: la psicoterapia, el budismo, el eneagrama, la meditación, los grandes filósofos como Sócrates y los grandes maestros como Buda o Jesús, hoy día o bien ignorados por “iluminados raritos que decían cosas muy raras” o adorados como “becerros de oro”.


“En un sentido amplio, podríamos describir la psicoterapia como un redescubrimiento moderno y una recombinación de dos vías ancestrales, la del autoconocimiento y la de la autoliberación, la de Dionisio y la de Apolo. Pero no solo eso, ya que un aspecto importante del proyecto terapéutico es la recuperación de una capacidad de amar que hemos perdido en gran medida y que, en la mayoría de las personas, se halla falsificada o pervertida sin que ni siquiera sean conscientes de ello”


“Sin embargo, es el cientificismo y no la ciencia propiamente dicha el que desestima cualquier autoridad distinta a la suya. Quizá algún día la ciencia logre depurarse de su arrogancia patriarcal”


“El mundo ha querido convencernos de que somos malas personas; hasta Freud lo creyó y, por lo tanto, debió de concluir que necesitamos una sociedad policial para mantenernos en vereda. Para el budismo, en cambio, somos budas que no nos hemos dado cuenta de nuestra naturaleza pura y deberíamos sanar de nuestra autoacusación crónica”


Lo mejor


Como Naranjo afirma en este extraordinario libro, es preciso buscar la virtud, es decir la salud física, mental y espiritual pues de ella nace lo sano. Yo digo que mientras San Agustín dijo: “Ama y haz lo que quieras”, yo voy un paso atrás y digo: Sánate y haz lo que quieras. O como dijo el polémico gurú Rajneesh, “el amor es lo que sale naturalmente de una persona afinada”. Igualmente, este libro es extraordinario porque lo escribe una persona extraordinaria, un maestro en mayúsculas, sin otra pretensión que dar su amor y lo que en su limitada mente humana (que nunca pareció menos limitada que en este hombre) concluye. Un libro a leer y estudiar.

Por supuesto, que sea un ser digno de admiración no quiere decir en grado alguno que tomemos su palabra como “palabra de ley” , no hay signo más inequívoco de inmadurez, esa incapacidad para “pensar en cabeza propia” y hacerse seguidor fiel de algo o alguien. Yo, desde luego, estoy en desacuerdo con lo que dice en algunas cosas, aunque en lo esencial, no puedo estar más de acuerdo


Lo peor

 

Quizás resulte complejo o difícil de entender en algunos momentos, aunque intenta ser siempre muy didáctico. Puede resultar repetitivo en sus ideas básicas.


¿Cómo me ayudará a crecer?


Leer, y diría estudiar, este libro te puede ayudar a tener en cuenta muchas cosas:


Creo que Naranjo, con la rotundidad de una figura ya tan mítica como su adorado Gurdjieff o su adorado Perls, nos dice a la cara las verdades incómodas y pistas para apurar nuestras opciones como personas y como sociedad. Merece mucho, por tanto, el esfuerzo de leerlo.


“En la reciente novela Cincuenta sombras de Grey, vemos la búsqueda de estímulos intensos para compensar la falta de ternura, que tiene la satisfacción de contar con ese tesoro que es amar a otra persona o a ti mismo. Perdemos lo sagrado, y ello necesita ser colmado por la voracidad, por el tener cosas, y en lugar de buscar buena gente lo que hacemos es buscar cosas.”


“Seguramente una sociedad equilibrada donde no prevalezcan ni los valores masculinos y competitivos ni los valores femeninos solidarios o los valores filiales y naturales dependerá de que sepamos fomentar tal equilibrio en nuestra consciencia individual.”


“En síntesis, entonces, nuestra vida implica un proceso de caída y rescate de nosotros mismos que depende de que sepamos sufrir nuestra enajenación y buscar nuestro «paraíso perdido» a través de la gran aventura universal del desarrollo sanador de la consciencia. Y en ese sufrimiento, esa búsqueda, y en nuestra gradual recuperación de la comprensión, del amor y de la libertad, está lo primero que podemos hacer ante el mal del mundo; pues, como decía Gandhi, conviene que encarnemos individualmente el mundo que queremos llegar a tener.”


 

 

 

 

 

 

 

Clics contra la humanidad - James Williams 2021

 

clics contra la humanidad


  “Se invierten literalmente miles de millones de dólares en encontrar la manera de conseguir que poséis vuestra mirada en una cosa y no en otra; que compréis una cosa y no otra; que os preocupéis de una cosa y no de otra. Este es, literalmente, el propósito de diseño de muchas de esas tecnologías en las que habéis depositado vuestra confianza para que os ayuden a pilotar vuestra vida.”

 

“La visión de Huxley, sostiene, se apoya en su predicción de que en el futuro los más temibles adversarios de la libertad no surgirán de nuestros miedos sino de nuestros placeres: no es la perspectiva de «una bota que patea un rostro humano… a perpetuidad» lo que debería quitarnos el sueño, sino el espectro de una situación en la que «la gente llegue a amar la opresión a la que se somete y adorar las tecnologías que la incapacitan para pensar».”

 

“La liberación de la atención humana podría ser la lucha ética y política decisiva de nuestro tiempo. Su éxito es requisito previo de cualquier otra lucha que quepa imaginar. Nos incumbe a nosotros, pues, la responsabilidad de modificar el cableado de estos sistemas de persuasión inteligente y nociva antes de que ellos modifiquen el nuestro. Para ello es preciso encontrar, entre todos, nuevas formas de hablar y abordar el problema, y reunir luego el coraje necesario para lidiar con él, por más que nuestras acciones resulten intempestivas e impopulares.”

 

“Pero, por grande que sea su potencial, estas máquinas maravillosas no están exactamente de nuestra parte. En lugar de secundar nuestras intenciones, se dedican a captar y monopolizar nuestra atención. En su competencia despiadada por «persuadirnos», por determinar nuestros actos e ideas conforme a sus objetivos preestablecidos, estas máquinas se han visto obligadas a recurrir a las astucias más mezquinas y rastreras del manual para apelar a nuestros impulsos más viles, a ese ser inferior que nuestra natura­leza más noble ha tratado siempre de combatir y superar. Para colmo de males, han desplegado los sistemas de computación más inteligentes que se hayan visto jamás con el solo propósito de captar nuestra atención y servirse de ella.”

 

“En junio de 2017, para llamar la atención en YouTube, un hombre tuvo la brillante idea de pedirle a su mujer, embarazada entonces de su segundo hijo, que disparara a bocajarro contra un grueso tomo que sostenía a la altura del pecho. La bala perforó el libro, alcanzó al hombre y lo mató. Como decía el artículo del New York Times que cubría la noticia:
Fue una muerte evitable, dijo el sheriff, promovida por una cultura en la que uno puede ganar dinero y adquirir cierta fama haciendo payasadas, siempre que consiga acaparar una buena cantidad de fieles seguidores en la red.”

 

Argumento: 

 

James Williams trabajaba de estratega en Google y, viendo el panorama, decidió salir de su importante puesto, estudiar filosofía y cambiar de tipo de vida. 

 

Desde su experiencia y las conclusiones sacadas en sus estudios, escribe este estupendo libro destapando muchas de las verdades de las tecnologías, cosas que muchos ya sabíamos o intuíamos, quizás no tan claramente como se expone en el texto, pero que todas juntas van exponiendo un panorama desolador y para llevarse las manos a la cabeza: la tecnología y en particular las redes sociales no han venido aquí para facilitarnos la vida, son empresas que no dudan en emplear las más viles y abyectas formas de persuasión para ganar dinero, cuanto más mejor, es lo único que les interesa. Pero para esa voraz hambre, tan habitual en nuestra cultura por desgracia, nos dejan tocados, como individuos y como sociedad. Dejan tocado ni más ni menos que lo más sagrado de nuestra vida, nuestra atención. 


La atención, como siempre se ha dicho en Oriente, es el volante de la mente, y la mente es el volante de la vida. Si la atención está dañada, corrompida, alterada, toda nuestra vida lo está. El autor nos dice que si alguien quisiera diseñar algún elaborado objeto para imbecilizarnos no tendría más que fijarse en el aparatito que llevamos en las manos o en el bolsillo cada uno de nosotros. Por supuesto que no se trata de convertirse en Amish y renegar de la tecnología y volver a la carreta y a los bueyes, es darse cuenta de lo que nos estamos jugando, de la génesis, el propósito y el desarrollo de esta tecnología “milagrosa” y su lado demoníaco.

 

Lo mejor: 

 

Supongo que cuando un “nativo digital” o alguien muy cercano a la tecnología oye a alguna persona no tan joven como yo hablar mal de la tecnología o de “los supuestos males” que esta puede traer, piensa “ya está aquí el yayo de turno criticando algo que no sabe usar o no entiende…putos yayos”.

 

En mi caso, y en el del autor del libro, no creo que cumplamos ese cliché. Yo desde mi adolescencia siempre he apreciado mucho la tecnología, y siempre he tenido y tengo una cantidad excesiva de aparatos tecnológicos, lo digo como confesión y con un poco de vergüenza. Desde luego que la no uso para videojuegos o redes sociales, sino para muchas otras cosas que adoro.


 Sé que las sociedades cambian y también comprendo lo mucho bueno que la tecnología, las redes sociales ha traído. Una vez en una sesión, un joven me dijo que yo “era un listo, que desde mi posición era muy fácil criticar las redes sociales, pero que me querría ver a mí con su edad, que si él no tuviera redes sería un paria social, un rechazado, un rarito”, ante lo cual le tuve que dar completamente la razón, aunque precisando que tener algo no implica tener que abusar de ese algo y pasar las horas muertas ante ello.

 

Mi visión, como la del libro, es que la tecnología tiene un poder brutal. Las mentes más brillantes están detrás de estrategias de captación brutales. El libro lo dice claramente, el reto de nuestra época es no ceder ante esta hipnotización colectiva, ante este robo de nuestra atención y por extensión de nuestra vida. 


La ecuación es sencilla: tecnología con poder brutal + personas brillantes y muy formadas en persuasión + cero escrúpulos (eso se supone a casi todos en nuestra cultura tan mezquina y avara) = manos a la cabeza.

 

El libro señala claramente lo que hay detrás de la tecnología, que no es “complot” del grupo Bildelberg ni de los “Illuminati”, sino el simple afán de ganar más (tan arraigado en nuestra cultura del tener) y que te importe un comino lo que hay detrás de ese más.

 

También señala muy bien algunos fenómenos que ocurren con esta nueva realidad como la oclocracia, “el poder de la muchedumbre”, que básicamente es este fenómeno de perseguir y aniquilar socialmente (y a veces materialmente) a personas que han hecho alguna burrada. Desde luego que expresar una opinión o denunciar algo es muy sensato por cualquier medio, pero de ahí al linchamiento hay un salto que estamos dando demasiado fácilmente. Volver al linchamiento, a las fake news, a las burradas que se hacen para captar likes es un serio retroceso en el desarrollo humano.

 

Lo peor:

 

Quizás lo que menos me gusta del libro es que el autor recurra a la filosofía para encontrar respuestas. No es mi lugar favorito para encontrarlas. Leer o estudiar filosofía es, en mi opinión, como buscar oro en un río en el que se supone hay oro: pasar muchas y muchas horas calentándose la cabeza para, tal vez, encontrar una pequeña pepita de tanto en tanto. La filosofía, al menos en su versión occidental, dejó de ser hace mucho una investigación de la realidad para ser un juego de ideas, más un entretenimiento que otra cosa. Los filósofos occidentales, lejanos de “la sabiduría del cuerpo” como llamaba Fritz Perls a la intuición, o el “amor a la sabiduría”, que es lo que etimológicamente significa, suelen confundir bastante más de lo que aclaran. Aun así, y comprendiendo que la mayoría en nuestra cultura tenemos la profundidad de un dedal, leer pensamientos ajenos que pretenden aclarar algo, aunque a veces no lo consigan mucho, es una forma de ponerse manos a la obra y estimular la profundización, quizás no es lo mejor, pero es algo.


Quizás las soluciones que el autor propone no sean de tanto calado como deberían, veo desde mi limitada y falible opinión.

 

¿Por qué leer este libro?


Con este libro te escandalizarás seguramente, verás lo que hay detrás del aparentemente inocente anuncio que aparece como por arte de magia, de ese like, sugerencia, de esa aparentemente inocente red que “une personas”.
Fomentará hacerte preguntas importantes: 
¿Qué le pasa a mi atención y a mi mente al usar la tecnología masivamente? ¿Es peligroso hacerlo? ¿Por qué pasamos cada vez más tiempo pegados al móvil? ¿Y los jóvenes, más indefensos ante todo ello, qué les pasará? ¿Realmente estoy utilizando bien mi tiempo, o lo estoy tirando a la basura? ¿Está bien sumarse a la campaña de acoso contra alguien que ha hecho algo malo e intentar destruir su vida? ¿Realmente tienen tanto poder las fake news, pueden cambiar gobiernos, derrotarlos?

Por todo ello, te aconsejo mucho leer este libro.

 

 

 

 

Naturaleza sagrada-Karen Armstrong 2022

 

 

 

"No podemos seguir subiéndonos a los aviones ni conducir nuestros coches o quemar carbón con la misma despreocupación de antes. Si queremos un mundo viable, hemos de despertar en nuestro fuero interno un nuevo sentimiento de veneración hacia la naturaleza, a semejanza del oficiante que aprendía a juzgar sagrado a un cordero normal y corriente. No podremos salvar el planeta si nuestra mente y nuestro corazón no experimentan un cambio radical, y eso será inevitablemente exigente. Es una transformación que no puede producirse de la noche a la mañana. También nosotros hemos de aprender a mirar las cosas de la naturaleza con reverencia, y eso demandará un esfuerzo sostenido, un auténtico cambio íntimo, mantenido con disciplina y compromiso."

(...)

"Por tanto, entrever la sacralidad del mundo natural exige un grado de quietud y soledad que es difícil de lograr en nuestros días. De hecho, da la impresión de que el silencio se nos ha vuelto extraño, tanto que muchas veces lo eliminamos deliberadamente de nuestras vidas."


Argumento


En este extraordinario libro, la reputada experta y erudita de religiones comparadas Karen Armstrong, desde su extenso conocimiento, desde su vida de profundidad y búsqueda, una genuina buscadora, desde sus notables obras como “La gran transformación”, “Doce pasos hacia una vida compasiva”, “Budha”, etcétera, obras todas muy recomendables, nos habla en este caso de la encrucijada en la cual se encuentra la vida humana y el mundo en general, con el evidente deterioro ecológico que estamos provocando y que nos está llevando a un callejón sin salida. Pero este problema no es casual, en su opinión, tiene que ver con nuestra forma de estar en el mundo, por habernos establecido en una desacralización total, en un ninguneo de la vida, de la naturaleza, perdiendo todos los valores que no sean la avidez hacia el consumo, un individualismo extremo (“ande yo caliente…”), el hedonismo y el culto al ego o egolatría. Estos valores, que de forma diferente pero complementaria argumenta el psiquiatra Claudio Naranjo en su libro “La agonía del patriarcado”, son los que están detrás de todo ello y más nos vale cambiarlos si queremos que nuestros hijos o nuestros nietos tengan alguna posibilidad.


Lo mejor

 

Armstrong señala una obviedad para todos excepto los que, como en la película “No mires arriba” (Adam Mckay-2021), se empeñan en negar lo obvio, lo que dicen la inmensa mayoría de los científicos (y no científicos): que hay señales inequívocas del brutal deterioro natural y que tiene que ver con nuestra voraz forma de vida y sobre todo con la emisión indiscriminada principalmente de CO2. A partir de esa obviedad y, desde su visión erudita en las religiones y tradiciones espirituales, nos dice que las causas son más profundas de lo que parece, tienen que ver con lo que somos como personas, como cultura, como mundo. 

Establece la hipótesis de que esta forma de vida, que nos ha acercado al desastre, tiene que ver con haber perdido la profundidad, con nuestra forma de ver la vida, con nuestros valores, contrastándolo con otras culturas y tradiciones espirituales. Hemos perdido la visión de la vida y  la naturaleza como un misterio, como algo sagrado.  En cambio, nos hemos convencido de que lo natural es un simple recurso a explotar, usar sin medida y a nuestro antojo. 

Y estos valores, a su vez, tienen que ver con muchas filosofías y planteamientos que se fueron estableciendo a lo largo de la historia de occidente, que es la cultura que marca el ritmo del mundo. 

Muchos factores influyen en este paradigma actual, en nuestros propios valores actuales. Por un lado, la implantación de la sociedad de consumo y el espíritu capitalista que nos arrastró en la idea terrible de que posesión y felicidad son sinónimos, y por tanto, apostar todo al “tener” en detrimento del “ser”. Por otro lado, el triunfo del Logos ante el mithos o mito. 

Esto último es especialmente importante: significa que después de muchos siglos de ignorancia científica, y a veces terribles supercherías y subdesarrollo, creamos la ciencia, el pensamiento científico o logos. Este logos, este pensamiento científico nos ha llevado muy lejos, como dice el físico Fritjof Capra: “El pensamiento científico nos permitió a los humanos llegar a la Luna ", y muchas cosas más, las comunicaciones, los transportes, la medicina. Los avances tecnológicos parecen auténticos milagros, desde luego. Pero eso no quiere decir que la ciencia  sea aplicable a todo y de toda manera, ese es nuestro gran fallo. Si apostamos todo a la ciencia, y en particular a las adoradas matemáticas y física, nos metemos en un lío.

Aplicando ese pensamiento, esa herramienta, lo que no puede ser entendido o tratado con ella y creyéndola todopoderosa, la piedra Roseta, directamente lo que no es susceptible de ser tratado por esta ciencia, no existe. Las emociones y la vida humana, en cuanto misterio insondable y no susceptible de tratarse científicamente, no existe. 

El mito, palabra hoy denostada, es otra forma de conocimiento. Es comprender de manera metafórica la complejidad y el misterio de la vida, porque no todo es controlable. Es un conocimiento metafórico, oral, que ve el bosque y no solo los árboles, es sabiduría compleja y completa y no un análisis pormenorizado.

Pongo un ejemplo para entenderlo mejor: Imaginemos que alguien va al médico porque siente que su mente se le escapa, que no puede parar de pensar, que tiene arrebatos terribles de ira o de pensamientos que parecen imparables. El médico, como buen científico, bien alejado del mito, claro, como debe ser, le hace unas breves preguntas y le receta un antidepresivo y le dice que si con esto no se siente mejor, le mandará a salud mental, donde un psiquiatra le ajustará la medicación. Como vemos, un abordaje del problema basado en la descomposición, en el desarmar la dificultad para tratarla, igual que se haría con un problema de matemáticas. 

Imaginemos que esa misma persona viene a verme a mí, que como terapeuta experimentado, trato de ver su contexto, trato de ver su tipo de vida, trato de profundizar en las cosas pendientes, es decir profundizo, que no desintegro su problema. Un abordaje completamente diferente. Desde la comprensión de la persona (no hay enfermedades sino enfermos, decía un tal Hipócrates) le trato de muchas formas, pero una fundamental, desde el mito. A esta persona que ha perdido el control de su mente le contaría un cuento, que es un pequeño mito. En concreto le contaría aquel cuento tan preciso y precioso: “una mujer va a un maestro y le dice que le de alguna instrucción espiritual para trabajar, pues va a tener unos días de descanso; el maestro le dice que puesto que no es una practicante asidua, le dará una instrucción sencilla: Simplemente, pasa estos días pensando y haciendo lo que quieras, pero no pienses en elefantes. La mujer se va extrañada y al volver le dice al maestro que: “fatal, fatal, fatal, cuanto más trataba de no pensar en elefantes, más venían, por la mañana, por la tarde, por la noche, al comer, al dormir”, entonces el maestro le dice que por fin sabe con quien vive, con su mente. 

Al contarle este mito, este cuento, le ayudaría a esta persona a comprender que en realidad su problema no tiene que ser necesariamente bioquímico, evidentemente, le pondría un marco de referencia en el que comprender que no es un ser humano enfermo, solo un ser humano, con la enfermedad que tenemos los humanos por serlo, nuestra mente en su vertiente oscura, pero que es algo corregible y le animaría a trabajar sobre ello, comprendería que, como ser humano es heredera y poseedora de una mente humana, algo poderoso y, si no se gestiona, algo terrible (Buda dijo: ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”). El cambio de perspectiva parece bastante claro.


La autora prosigue profundizando en las tradiciones espirituales que contrastan en su relación con lo natural con la nuestra y nos va conduciendo a sus conclusiones, que solo con una profundización, con un cambio, con un acercamiento a la naturaleza, con la que hemos de conectar, reverenciar, amar, que está tanto dentro como fuera, que es parte de nosotros, podremos sobrevivir y permitir que el mundo no se destruya.


Lo peor

 

Como buena erudita, Karen Armstrong a veces abusa de sus conocimientos, a veces se recrea demasiado en ellos. Pero en este libro no resulta extenso ni pesado, a algunos resultará algo aburrido por momentos, pero desde luego compensa como el libro completo.


Cómo me ayudará a mejorar

 

Creo que este libro:

- me acercará a ver lo que clama al cielo, que el cambio climático no es un juego, que las personas en contacto intenso con la naturaleza pueden ver claramente el deterioro, desde el hielo a los arrecifes, desde las temperaturas a los desastres naturales, que los científicos nos repiten una y otra vez que es algo urgente, que no es un juego, que nos va la vida en ello

- nos  argumenta brillantemente las raíces o causas de este problema, qué es el problema humano, la pérdida de la profundidad, el haber devenido a consumidor habiendo perdido la humanidad, el haber puesto toda la energía en el "tener", habiendo sido arrebatado al " ser " como argumenta en su excelente libro “Tener o ser” el gran Erich Fromm; de haber creado dioses externos, fuera de la naturaleza, para así poder convertir naturaleza en algo mecánico, en algo a ser usado sin ningún miramiento ni escrúpulo.

- que, desde luego el protestar, expresar nuestro desacuerdo, aprender a consumir, ser de Greenpeace, etcétera tiene sentido, pero SOLO desde el cambio íntimo y profundo, solo desde el pasar a ser humanos de verdad, animales sagrados tan sagrados como el resto de los animales, volviendo al misterio de la vida, no teniendo que explicarlo todo, comprenderlo todo o dominarlo todo, acercándonos al misterio de la muerte, de la vida con las manos abiertas, enamorándonos de este precioso mundo. Ese es el camino según Karen Armstrong y desde luego estoy completamente de acuerdo.

Por todo ello, recomiendo mucho la lectura de este libro.


 

 

 

 

Sé amable contigo mismo - Kristin Neff 2016

 


“Cuando terminó sus estudios, Rachel juró que iba a cambiar. Después de leer algunos libros sobre pensamiento positivo, empezó a pronunciar afirmaciones positivas cada día, por ejemplo: «Soy una persona radiante de energía positiva» y «Cada día soy mejor en todos los aspectos». Intentó pensar en positivo en todas las circunstancias, aunque se sintiese muy mal por dentro. Mantuvo esa dinámica durante unos meses, pero le parecía muy falso y requería demasiado esfuerzo para ella. Rachel y yo hemos mantenido el contacto después de terminar nuestros estudios. Cuando le expliqué que estaba investigando sobre la compasión hacia uno mismo, al principio no se mostró impresionada. «¿No es una manera de adornar el hecho de que la vida es un asco?» Dado que éramos viejas amigas y ella valoraba mi opinión, consiguió vencer su resistencia inicial y escuchó mi explicación del concepto. Permaneció callada durante un momento; yo pensé que iba a hacer una mueca y a tirar por tierra todos mis argumentos, pero lo cierto es que me dijo que quería intentar ser más compasiva consigo misma y me pidió ayuda. ¿Qué debía hacer? Le expliqué lo que había hecho yo.”

 

Argumento


Viendo en frío el título de este libro podría pensarse que es otro libro de autoayuda chorra, de esos bienintencionados pero ingenuos y sin valor, o de esos puramente creados para vender, para el “mercado espiritual”. Pero en absoluto, estamos ante un libro extraordinario, escrito por una psicoterapeuta que lleva investigando en el tema varias décadas. A lo largo de sus páginas y con sólidos argumentos va presentando y profundizado en un tema crucial, en, como bien sabemos los terapeutas porque es nuestro pan de cada día, la viga maestra de la salud mental y vital; Thoreau dijo: “lo que una persona piensa de sí misma, (y sobre todo lo que siente, habría que añadir) marca su destino”.

Va respondiendo con estupendos ejemplos, sobre todo el propio, como buena terapeuta, a preguntas como: ¿Importa tanto lo que sientes sobre ti mismo? ¿Por qué sientes lo que sientes por ti? ¿Influye en ello la educación, la infancia, las relaciones…? ¿Qué es la autoestima y cómo se construye? ¿Hay que ser duro e inflexible con uno mismo para “triunfar en la vida”? ¿Cómo influyen nuestras emociones más íntimas sobre nuestra salud? ¿Qué es el crítico interno y por qué es cómo es? ¿Tiene este censor raíces filogenéticas, en la especie humana, ontogenéticas, en nuestro propio desarrollo como personas? ¿Es posible realmente cultivar una relación compasiva, amable con uno mismo, y si es así, cómo lo podemos hacer y que nos aportará esto?...

 

Lo mejor


Nuestra cultura, eligió hace mucho un materialismo y una superficialidad notables. Fruto de muchas variables; desde filosofías demasiado utilitaristas, religiones-empresas vacías de contenido, tecnologías muy sugerentes que nos hicieron sentir quizás más poderosos de lo que somos o de lo que es la ciencia, perdimos la profundidad. Perder la profundidad significó también perdernos en gran medida a nosotros mismos, el amor a uno mismo, que es el amor a la vida, que es la salud.
Cuando perdimos la profundidad, y por extensión las ganas de crecer como personas, perdimos gran parte del amor a uno mismo, esencia de todo. A consecuencia de esto, en occidente inventamos el concepto de autoestima y dijimos que una persona ha de quererse a sí misma y esto depende de la valoración que haga de sí misma (nivel de belleza, inteligencia, popularidad, etc.). Pero esto trae otro problema: si precisamos evaluarnos bien tenemos dos opciones:


1-forzarnos a ser tan delgados, listos, populares que nos encante vernos porque somos el “novamás”, algo bastante complicado de cumplir…


2-hipnotizarnos, engañarnos, repetirnos continuamente (sin importar veracidad alguna) que somos los mejores, los más guapos, que todo está bien, que no existe lo feo, que todo es una balsa de aceite. Esto es la base del pensamiento positivo, una huida a ninguna parte, en mi opinión.

 

Ante ese panorama, afortunadamente hay otra solución, y es dejar de jugar a “los juegos del Ego” podría llamarse la peli, y dedicarse a cultivar la propia aceptación, la compasión interna, el conocimiento de uno mismo y el conocimiento de esas introyecciones (ideas que nos han metido en la cabeza), utilizando para ello todos los medios que la fomentan, desde el mindfulness al autoconocimiento de lo que nos arrebata ese amor propio.

Todo este libro viene a transmitir ese inmenso mensaje. Y lo hace brillantemente, la autora, como buena terapeuta, habla con su corazón y no con unos fríos datos que aprendió no sé dónde. Pone su corazón en la mesa y nos dice que, como dice la canción de Aute “nos va la vida en ello”.

 

Lo peor


Quizás pueda resultar pesado para algunos, quizás demasiada teórico para otros. En mi opinión, se lía mucho en algunas definiciones como la de la autoestima, el narcisismo. Desde luego yo no estoy de acuerdo en algunas de las ideas que expresa, como es natural, pero lo que aporta, su visión y profundidad son excelentes.

 

¿Cómo me a ayudar a crecer?

 

Te va a ir convenciendo de:

 

 

Por todo esto, por la importancia del problema, por el enfoque profundo y realista, por su vocación práctica, por su invitación a la reflexión, recomiendo mucho leer este libro y no leerlo como quien lee una revista o un cómic, sino estudiarlo, releerlo, trabajarlo.

 

 

 

 

 

El Valor de la atención -Johann Hari 2023

 

“…lo que es más importante, según Sune: «Lo que sacrificamos es la profundidad en toda clase de dimensiones... La profundidad requiere tiempo. Y requiere reflexión. Si tienes que mantenerte al día de todo y enviar correos electrónicos constantemente, no hay tiempo para la profundidad. La profundidad vinculada con el trabajo en las relaciones también exige tiempo. Y energía. Y largos periodos de tiempo. Y compromiso. Y atención, ¿verdad? Todo lo que requiere profundidad se está resintiendo. Se nos está llevando cada vez más hacia la superficie».

 

valor de la atención

 

Argumento:


Johann Hari, periodista de investigación, pone toda su atención en la atención y su importancia, se sumerge exhaustivamente en este caso, en el tema de la atención, planteándose todo tipo de preguntas sobre ello: ¿es tan importante como se ha llegado a decir desde la psicología o las tradiciones espirituales? ¿Cómo nos afecta a nivel mental, emocional, vital? ¿Esta atención está tan dañada como se dice desde tantos ámbitos, y si es así, a qué se debe este daño?¿es reparable? ¿Qué está detrás de este daño: las tecnologías, tan adictivas e invasivas, la falta de sueño y de descanso, tan habitual en las sociedades industriales, el estrés, la dieta, la contaminación…?
Recorriendo el mundo y los expertos en la materia en busca de respuestas, Hari compone un libro muy completo, una investigación extensa e intensa y una visión de amplia perspectiva, pero no por ello falta de profundas conclusiones

 

Lo mejor:

 

Hari no se queda en la superficie ni en el tópico, contrasta opiniones, recorre el mundo en busca de quien tenga algo que decir sobre el asunto y no se queda corto en ver las consecuencias dramáticas de este modo de vida tan actual. Leer este libro con calma es alarmarse ante la realidad que tenemos, no solo a nuestro alrededor, sino en nuestra propia mente, cerebro, vida.

 

Lo peor:

 

Cuando un periodista investiga, lo hace desde fuera, desde una visión arbitraria o imparcial. Eso tiene su lado bueno, pero también que solo puede recoger información y transmitirla y tal vez extraer conclusiones de “experiencias ajenas”. Eso no le quita validez al libro si se sabe comprender que un periodista habla desde su herramienta y no desde su experiencia. A veces puede ser una yuxtaposición arbitraria de ideas, todas “igual de importantes”. Algunas ideas o conclusiones me parecen muy poco acertadas.

 

¿Cómo me puede ayudar a crecer?

 

Leer este libro es comprender la inmensa importancia de la atención en la vida y como la hemos subestimado y la destrozamos cada día en nuestra cultura y forma de vida. En las tradiciones espirituales orientales se dice que “una mente centrada, es una menta feliz y una mente dispersa, es una mente infeliz”. Siguiendo la ecuación; ¿en qué medida podemos ser felices unos seres, que a fuerza de entrenarse en la multitarea y el ir de rama en rama, como el mono famoso, hemos perdido (casi) toda la capacidad de centrarnos? ¿Qué sentido tiene el mindfulness (atención plena), tan de moda ahora, cuando en nuestra forma de vida solo fomentamos el mindlesness (desatención plena)? ¿Es posible hacer algo ante todo esto o solo queda dejarse llevar por la corriente a tener una vida chata, descolorida, gris, demasiado cercana a la patología?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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